
La ciudad de Vigo, en el sur de Galicia, noroeste de España, ubicada en una bella y espléndida bahía, llevaba apenas unos cien años pasando de ser un pequeño pueblo de pescadores a convertirse en el primer puerto pesquero de España y en un núcleo industrial en gran desarrollo, dirigido por una burguesía adinerada que hizo construir, en granito gallego bien labrado, mansiones y edificios institucionales de gran valor arquitectónico en su centro, mientras en sus barrios periféricos y rurales, habitaba una población proletaria-campesina, que todavía cultivaba sus huertos cuando regresaba de sus trabajos urbanos.
El barrio del Berbés, semilla de la ciudad, cuando todavía el mar llegaba hasta el muelle de piedra al pié de las casas de los pescadores, que guardaban sus aparejos en los soportales que había bajo ellas. Posteriormente se fué rellenando tanto la zona portuaria, a fin de ganar a la playa espacio para instalaciones industriales, que el centro bajo de la ciudad casi se quedó sin vistas al mar.
Hay ciudades en España que tienen una historia de más de dos mil años. En la misma Galicia, la Coruña, la capital del norte, rival de Vigo, había una torre que, según la leyenda, había sido levantada nada menos que por el mismísimo Hércules, después de matar a un gigante en la Edad del Bronce. Hacia el siglo XVI, Vigo apenas era un pueblito de pescadores que comezaba a tener un tráfico de mercancías interesante, aún siendo bien menor que la capital de la provincia, Pontevedra, y que la cercana villa de Bayona, ambas ciudades fundadas por los romanos dieciséis siglos antes.
Cuando empezaba a crecer un poquito, lo atacó el temible corsario inglés Francis Drake, con 24 barcos y 1.500 soldados, aunque fue rechazado por las milicias populares en cuanto se formaron. Regresó en 1589 después de fracasar en la toma de la Coruña y cañoneó la villa antes de irse. Pero en Junio de ese mismo año, después de otro fracaso al intentar conquistar Lisboa, atacó de nuevo Vigo, que aún no tenía muralla, con 213 barcos, de los que desembarcó a 6.000 hombres que hicieron grandes estragos, crueles y canallescos asesinatos y saqueos y que quemaron 570 casas además de todas las construcciones religiosas que encontraron. Ffinalmente, las milicias populares lograron organizarse, contraatacaron y le obligaron a retirarse con muchas bajas.
De aquella destrucción tardó mucho en recuperarse Vigo, las personas encontraban más seguro vivir en el interior que en la costa, tan expuesta. Su crecimiento no acababa de regularizarse, a pesar de que la amurallaron finalmente por iniciativa de los propios vecino que fue secundada por el rey. Aunque su ría fue escenario de la tremenda batalla naval de los galeones de Rande en 1702, que inspiró a Julio Verne, en la que aquellas fortificaciones se revelaron fundamentales para retrasar el avance enemigo, la villa sólo recibió el título de ciudad en 1812, cuando no contaba con más de 4000 habitantes.
¿Por qué motivo? Porque tuvo la dignidad de ser el primer pueblo de toda Europa cuyas distintas clases populares del Valle del Fragoso circundante, lograron unirse para expulsar a las tropas napoleónicas, el más poderoso ejército de la época, que estaba invadiendo Portugal y tenía 1.400 hombres de infantería y caballería ocupando Vigo. Ésto fue lo que se contó:
A raiz de aquel evento comenzó la liberación de toda la región circundante y luego la de toda Galicia, cuando se derrotó, en la batalla de Pontesampaio, al gran Mariscal Ney, vencedor de austríacos, alemanes y rusos. Según Bonaparte: "el más valiente entre los valientes". Necesitando recuperar el Sur de Galicia, Michel Ney intentó cruzar desde el norte el río que forma la Ría de Vigo, con los 10.800 soldados de que disponía. En una terrible batalla de dos días tuvo 660 bajas contra 110 de los españoles, unos 10.000, entre soldados y paisanos voluntarios, que aguantaron firmes en los dos pasos posibles. Como buen general que era, sabía que no podía permitirse perder demasiados hombres en una tierra tan distante y ordenó la retirada hacia Lugo, para encontrarse con Soult, que también venía rechazado de Portugal. Nadie tuvo nunca poder para conquistar Europa toda.

No hay en Vigo, en 2018, un monumento específico a Carolo todavía, aunque sí a Cachamuiña. Ahí va de regalo a mi ciudad un dibujo homenaje al valiente, para que su Concello lo mande realizar a una fundición de un astillero naval histórico, si la mayoría decidiese considerar y aceptar esta propuesta, en 3D en barras de acero, como una línea de contorno hueca y quebrada, a dos metros de altura, y lo coloque sobre un pedestal de granito de metro y medio de altura allá donde estuvo la Puerta de la Gamboa, con una placa, también de acero, contando en Gallego, bajo el escudo de Vigo, la parte de esta historia que he escrito en negrita y en rojo, como la sangre del héroe, para transmitir su arrojo y su dignidad de hombre libre a los jóvenes vigueses. Quedaría muy bien plantar atrás un fuerte y grueso olivo que se retuerce en dirección contraria a aquella de la que vienen las balas.
NOTA FAMILIAR: Mi abuelo le contó a mi padre como su propio abuelo, antes del asalto, tenía bien enfocado a un centinela francés apostado en lo alto de la muralla. Ya iba a disparar, cuando el galo sacó de su macuto un bocadillo de tortilla y empezó a comérselo con mucho gusto, lentamente.Aquello hizo que mi ascendiente dejase de verlo como un uniforme enemigo y apreciase a un hombre como él, con los mismos gustos y apetitos que él. Bajó el arma y lo dejó comerse su tortilla en paz. No volvió a disparar hasta que se encontró envuelto en los siguientes combates, y ya no contra un pobre hombre desprevenido, sino contra las bien armadas formaciones de soldados imperiales, que dieron mucho trabajo antes de retirarse definitivamente del país.
EL PROCESO DE INDUSTRIALIZACIÓN DE VIGO
(Existe un exelente documental de mi amiga, la directora cinematográfica Xisela Franco, sobre el tema, titulado "Raíces", y hecho para la TV de Galicia)
Vigo comenzò a ser una ciudad de progreso gracias a su industria conservera, iniciada por un grupo de empresarios catalanes que, a finales del siglo XVIII, comenzaron a instalarse en la ciudad atraídos por un producto de gran demanda que se hacía cada vez más difícil extraer del Mediterráneo: la sardina. Familias de grandes empresarios como como Curbera, Albo, Molíns, Sensat, Alfageme, Portanet o Barreras hicieron que muchísima gente cmbiasesu vida campesina por la de trabajador industrial, provocando un enorme crecimiento de la ciudad. Los productos del mar de Vigo se encuentran presentes hoy en los más importantes mercados mundiales, con garantía de alta calidad alimenticia.
Debido al proceso de industrialización, ya iniciado el Siglo XX, Vigo era casi como una ciudad americana: joven, moderna, industriosa y dinámica. Los tranvías llevaban a los trabajadores del extraradio a las zonas industriales y al centro. El de la foto. más largo, que llegaba hasta Bayona, era el que tomaba mi padre, todavía mozo, para ir y venir de la casa de sus padres, en San Andrés de Comesaña, la primera aldea de Valle del Fragoso saliendo del centro urbano hacia el sur.
El elegante centro era el barrio de los bancos, de los mejores comercios, instituciones y de la burguesía dirigente. Rodeándolo hacia el norte y las partes elevadas se extendían los barrios obreros: Teis, el Calvario (llamado "la Pequeña Rusia, por su activismo obrero), Seixo, Lavadores, Valadares... en cuanto se cruzaba el río Lagares, se encontraba el rural del Valle del Fragoso, donde no se hablaba castellano, sino gallego, y un gallego tan mestizado que era llamado "farrapo " (harapo). Eran los descendientes de aquellos extraurbanos que habían liberado del ejército napoleónico a la villa, hazaña por la cual el núcleo urbano recibió del rey el título de "ciudad leal, noble y valerosa". Como obreros, continuaban siendo gente muy organizada y muy combativa para intentar participar, en la modesta parte que iban negociando, del enriquecimiento de las empresas que su fuerza de trabajo bajo la dirección de sus empresarios generaba. En realidad, nunca lograban más que seguir existiendo como fuerza productiva, lo cual hacía a algunos concebir la esperanza de darle la vueta al sistema con diversos proyectos revolucionarios, aunque la mayoría se conformaba con ir consiguiendo aumentos de salario que se correspondiesen con los aumentos del coste de la vida. Todo ese proceso de concienciación de los trabajadores por conseguir mayores derechos, se vió trágicamente interrumpido con el surgimiento de los fascismos en Europa y con la Guerra Civil Española, que masacró a sus lideranzas en el momento siguiente al del alzamiento militar.https://es.wikipedia.org/wiki/Guerra_civil_espa%C3%B1ola
Durante la Guerra Civil Española, mi madre, a sus 13 años, vió desfilar, el 26 de mayo de 1939, a las tropas de la Legión Cóndor alemana, que venía a apoyar a las tropas de Franco, desde el balcón de la casa donde vivía con sus abuelos en la calle Urzáiz. A diferencia de los soldados italianos que mandó Mussolini, que desfilaban muy garbosos, sonreían y piropeaban a las chicas, los estirados nazis le parecieron una apisonadora compacta y fría, haciendo retumbar las calles de Vigo con un solo pisotón, mientras sonaban las campanas que pendían de sus estandartes: -"Daban miedo"-
Gane quien gane, ninguna guerra en la que los hermanos se asesinan se merece un monumento triunfal. Demasiado mal recordatorio ya es la verguenza y el resentimiento, que demoran dos o tres generaciones en ser perdonados u olvidados, y todo el poso fétido de desunión y odio que queda en la mentalidad colectiva de todas las clases. La Guerra Civil terminó con el triunfo de los patrones y los conservadores y una dictadura del general Franco de 40 años. Los primeros 10 fueron llamados "Los Años del Miedo", o de la represión, el hambre y la censura para los que no estaban en lo alto de la pirámide del poder, y abundaron en ellos las manifestaciones que celebraban las victorias de sus aliados alemanes, italianos y japoneses, que parecía ir ganando frente a lo que llamaban "las democracias caducas"

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SEGUNDA PARTE: LOS COMPAÑEROS DE VIAJE: MI FAMILIA PRENATAL.

POR EL LADO PATERNO, mis abuelos Aquilinino Costas Comesaña y su esposa Dolores. Aquilino contó a mi madre que su padre o su abuelo (ella no recuera bien) había sido un curandero que vivía en el Monte Fragoselo. Curó a un obispo de Tuy que lo recompensó con una bolsa de oro. Con ella, su hijo compró tierras en San Andrés de Comesaña. Mi abuelo Aquilino tenía tantas tierras y seguía comprándolas, que lo llamaban "Valterra". Montaba a caballo e iba a vender y comprar su ganado a las ferias. Su hijo, mi padre, destacaba en el colegio y sus profesores aconsejaron a mi abuelo que le diese una carrera. Estudió Medicina en Santiago y fue el primero de su pueblo que obtuvo un título de doctor. Todavía estudiando, salía por las mañana en las vacaciones de verano a bañarse e la playa de Samil Ese día se la encontró llena de cadáveres de fusilados.
Comenzaba la Guerra Civil y mi abuelo lo envió a esconderse al monte, para que no lo reclutasen los alzados. Pero, después de tres días, decidió entregarse y caminó hasta la entrada de Vigo con los brazos en alto. Lo alistaron, le pusieron un uniforme y lo mandaron de brigada médico al frente de Madrid, en las montañas de Navacerrada. Media España, igual que él, estuvo cuatro años luchando contra la otra media, dependiendo de en qué lugar del mapa le había sorprendido el golpe de los alzados. Poco de glorioso tienen la mayoría de las guerras, pero una Guerra Civil sólo deja verguenza y resentimiento tanto a vencedores como a vencidos, verguenza y resentimiento para muchos años. En el hospital de campaña de Navacerrada le hirió una bala perdida. Lo evacuaron, curó y su regimiento de gallegos acabó atravesando el territorio enemigo hasta avisar el Mediterráneo, separando el territorio de la República en dos partes, que, finalmente, tuvieron que rendirse. Hizo de médico militar en La Bisbal, Gerona, y luego fue destinado a Alicante, como médico jefe del recién creado Auxilio Social. Nunca fue falangista, pero, de todas maneras, lo apuntaron, porque si estaba en Auxilio Social tenía que serlo. Mantenía bien guardada la camisa azul y sólo se la ponía cuando no había más remedio.

Mi madre era hija de una familia bien burguesa y bien de derechas, con aires aristocráticos y mujeres muy hermosas. Su padre también era médico, un urólogo, el mejor discípulo del famoso sabio Ramón y Cajal, según una dedicatoria que había en su despacho. Falleció joven y su esposa, mi bellísima abuela Gloria, después de haberse alistado como enfermera durante la Guerra Civil, viviendo muchas aventuras y llegando a ser detenida como sospechosa de ser una espía (de lo que escapó por los pelos), se casó al llegar la paz con un médico de transatlánticos. Mi madre se crió, entretanto, con sus abuelos. El abuelo Nicanor era director de Correos y Telégrafos en Vigo, Su esposa, la bisabuela Elisa, que aparece al lado de mi madre en la foto de su boda, (de luto por la muerte reciente de Nicanor), sería después mi querida madrina.
El doctor Manuel Durán, mi abuelo materno. Tenía su consulta en su casa de la Plaza de la Constitución, que fue donde nació mi madre.
El doctor José Costas Alvarez, pediatra, mi señor padre, directo del CAI de Auxilio Social y con consulta particular en la calle Policarpo Sanz, 34, donde yo nací, a cuyo buen cultivo debo agradecer el excelente vigor y salud que he disfrutado toda mi vida. Ha sido un orgullo muy grande cada vez que una persona me ha dicho que le salvó la vida de un hijo o una hija suyos. También dos de mis propios hijos escogieron como profesiones Medicina y Enfermería. Abajo, la boda de mis padres. La luna de miel fue en Mallorca y seguramente allí fui engendrado, por lo que siempre me sentí muy bien en aquella bella isla, donde viví después unos 12 años, y en varias otras islas de Europa y América.



Lo que queda dicho de los ascendientes sirve igual para la historia de nuestra patria local, nacional o planetaria, o con las patria de nuestros vecinos que interactuaron con ella. Para vivir felices no nos queda otra que honrar lo que hubo de bueno y disculpar lo que hubo de malo. Eso sí, tomando nota, para no volver a repetir errores ni transmitir una mentalidad llena de carga resentida, sectaria, racista, o de cualquier manera errónea y poco evolucionada, a las generaciones que nos suceden.